En un giro que descoloca a quienes insisten en encasillar a los votantes extranjeros dentro de la izquierda identitaria, una reciente encuesta del Panel Ciudadano de la Universidad del Desarrollo (UDD) revela que José Antonio Kast, candidato del Partido Republicano y del Partido Social Cristiano, lidera ampliamente las preferencias del electorado inmigrante habilitado para votar en Chile, alcanzando un contundente 29%.
El estudio, realizado entre 518 personas extranjeras con más de cinco años de residencia en el país —cumpliendo así los requisitos legales para sufragar— muestra que los valores de orden, seguridad y progreso son prioridad también para quienes han llegado desde otras tierras buscando precisamente lo que la izquierda ha puesto en jaque: estabilidad y futuro.
Kast supera cómodamente a Evelyn Matthei (19%) y Jeannette Jara (15%), mientras que otros nombres como Johannes Kaiser (11%), Franco Parisi (5%), Marco Enríquez-Ominami (3%) y Harold Mayne Nicholls (1%) quedan muy por debajo.
Un dato clave: el 47% de los encuestados son de nacionalidad venezolana, y es precisamente este segmento, que conoce de primera mano los estragos del socialismo, el que entrega un sólido 32% de respaldo a Kast, seguido por un 30% para Matthei y apenas un 8% para Jara, representante del Partido Comunista.
Esto desarma el relato progresista que presume un “voto migrante” cautivo de la izquierda. Por el contrario, los votantes extranjeros están demostrando mayor madurez cívica que muchos chilenos, apostando por proyectos que ofrecen gobernabilidad real, no consignas vacías ni fórmulas fracasadas.
En un país marcado por la crisis de seguridad, el narcotráfico, el desempleo y el debilitamiento de las instituciones, este respaldo inmigrante a propuestas firmes en orden, mérito y legalidad —como las de Kast y en menor medida Matthei— es una señal clara de por dónde debe ir el rumbo de Chile.
A medida que se acercan los comicios, queda claro que incluso entre quienes han llegado desde fuera, la paciencia con el desorden y la ideología ha llegado a su fin. Lo que se impone es el anhelo de país serio, con reglas claras y autoridad que se respete. Un país posible, si se lo gobierna con coraje y principios.
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