La izquierda chilena no tiene rumbo ni liderazgo claro. Así lo demuestra la reciente revelación del secretario general del Partido Socialista (PS), Camilo Escalona, quien admitió que la presidenta de la colectividad, Paulina Vodanovic, pidió a la exmandataria Michelle Bachelet que reconsidere su decisión y se lance nuevamente a la carrera presidencial.
Según Escalona, Bachelet es la única figura capaz de enfrentar a la sólida candidatura de Evelyn Matthei, dejando en evidencia que el oficialismo carece de liderazgos frescos y competitivos. “Las circunstancias del país evolucionaron y no se genera una figura incuestionable, salvo la ex Presidenta”, reconoció Escalona, admitiendo implícitamente el vacío de liderazgo en la izquierda.
Pero, ¿es realmente Bachelet la salvación? Su historial habla por sí solo: escándalos como el caso Caval, un crecimiento económico mediocre y una reforma educacional mal ejecutada marcaron su segundo mandato. Su regreso no solo refleja la desesperación de la izquierda, sino también su incapacidad para renovar liderazgos y ofrecer algo distinto a un país que ya conoce las consecuencias de su gestión.
La misma Bachelet que desarmó las bases económicas heredadas, promovió una reforma tributaria mal diseñada y dejó un país con bajo crecimiento y alto desempleo, ahora es presentada como la única opción viable para un sector político sin ideas y sin caras nuevas.
En contraste, la centroderecha, con figuras como Evelyn Matthei, José Antonio Kast y otros líderes emergentes, demuestra tener un abanico de opciones claras, mientras el progresismo revuelve su pasado buscando un salvavidas que ya naufragó dos veces.
La pregunta es inevitable: si Bachelet es la mejor carta de la izquierda, ¿no es eso la mayor confesión de su propio fracaso político?
