Hoy, 27 de febrero, se cumplen 15 años del devastador terremoto de magnitud 8,8 que sacudió a Chile en 2010, dejando un saldo de más de 500 fallecidos y una profunda crisis humanitaria. La catástrofe golpeó con fuerza el centro-sur del país, afectando ciudades como Concepción, Talcahuano y Constitución, donde el posterior tsunami agravó aún más la tragedia. Fue uno de los mayores desafíos que Chile ha enfrentado en su historia reciente.
El sismo ocurrió en la última fase del gobierno de Michelle Bachelet, cuya respuesta inicial fue ampliamente criticada por su falta de coordinación y la demora en la entrega de ayuda. La desinformación sobre el tsunami y la tardanza en declarar estado de catástrofe contribuyeron al caos, dejando en evidencia graves deficiencias en la gestión del desastre.
Ante este complejo escenario, el recién asumido presidente Sebastián Piñera tuvo la tarea de liderar la reconstrucción de un país en ruinas. Con un enfoque pragmático y una visión de futuro, su administración implementó un plan de reconstrucción basado en eficiencia, rapidez y orden, logrando avances significativos en tiempo récord.
El gobierno de Piñera no solo reconstruyó viviendas e infraestructura pública, sino que también implementó medidas clave para mejorar la capacidad de respuesta ante futuras catástrofes. Se fortaleció la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) y se impulsó la creación del Sistema de Alerta de Emergencia (SAE), herramientas fundamentales que han permitido salvar vidas en eventos posteriores.
En materia de infraestructura, se reconstruyeron hospitales, carreteras y colegios con un enfoque de resiliencia, asegurando que el país estuviera mejor preparado para enfrentar nuevos desastres naturales. A su vez, el sector privado tuvo un rol clave en la recuperación económica, facilitando la reactivación productiva de las zonas afectadas.
El liderazgo de Piñera durante la reconstrucción fue reconocido tanto a nivel nacional como internacional. Su enfoque de gestión eficiente y su capacidad para movilizar recursos y equipos de trabajo marcaron un antes y un después en la manera en que Chile enfrenta este tipo de crisis.
A 15 años de la tragedia, Chile sigue siendo un país expuesto a terremotos y tsunamis, pero mejor preparado gracias a las lecciones aprendidas en 2010. La modernización de los protocolos de emergencia y la inversión en tecnología son parte del legado de esa reconstrucción.
El 27-F fue un golpe duro, pero también una muestra de la fortaleza de los chilenos. La tragedia dejó cicatrices imborrables, pero también demostró que, con liderazgo, trabajo y unidad, es posible ponerse de pie y salir adelante.

