La cafeína es bien conocida por sus efectos estimulantes a corto plazo sobre el sistema nervioso central, pero su impacto a largo plazo en la cognición ha sido menos claro. Con el aumento de la demencia y la enfermedad de Alzheimer (EA) en la población mayor y la ausencia de tratamientos curativos, los posibles efectos protectores de la cafeína han despertado un gran interés en la comunidad científica.
Diversos estudios epidemiológicos han examinado la relación entre el consumo de cafeína, proveniente del café y el té, y el riesgo de deterioro cognitivo, demencia y EA. Aunque los resultados no son completamente consistentes, la mayoría de los estudios sugieren un efecto positivo del café sobre la función cognitiva. En particular, el estudio Factores de Riesgo Cardiovascular, Envejecimiento y Demencia (CAIDE) encontró que el consumo de 3 a 5 tazas de café diarias en la mediana edad se asoció con una reducción del riesgo de demencia y EA en aproximadamente un 65 % en la vejez.
Los mecanismos detrás de estos efectos protectores podrían incluir la acción de la cafeína, su capacidad antioxidante y su influencia en la sensibilidad a la insulina. Si bien se necesitan más investigaciones para confirmar estos hallazgos, los resultados sugieren que el consumo moderado de café podría desempeñar un papel en la prevención o el retraso de la aparición de enfermedades neurodegenerativas.