Con el 93% de las mesas escrutadas, la primaria presidencial del oficialismo dejó como clara vencedora a Jeannette Jara, exministra de Trabajo y figura emblemática del Partido Comunista, quien obtuvo un contundente 60% de los votos. Carolina Tohá quedó en un distante segundo lugar con el 27%, seguida por Gonzalo Winter con un 9% y Jaime Mulet con apenas un 2%. A pesar de la narrativa triunfalista del oficialismo, la participación fue de poco más de 1.300.000 personas, es decir, apenas el 10% del padrón electoral nacional. Una señal clara de que la mayoría de los chilenos sigue desconectada, o francamente hastiada, del rumbo que ofrece la izquierda gobernante.
El resultado es la coronación de una jugada largamente planificada por el Partido Comunista, que aprovechó su control sobre áreas clave del gobierno y el impulso mediático de la reforma previsional para proyectar a Jara como una figura nacional. Esta reforma, vendida como un avance para los trabajadores pero sin efectos concretos hasta ahora, fue negociada con sectores de Chile Vamos que, en su afán de mostrarse “dialogantes”, terminaron por levantar a quien hoy encarna el proyecto más ideologizado de la izquierda chilena.
La primaria también expuso una maniobra interna previsible pero efectiva: al ver que Gonzalo Winter no lograba levantar cabeza en las encuestas, parte importante de sus bases —en especial del Frente Amplio universitario y activistas digitales— se movilizó a votar por Jara. La coordinación informal fue evidente en zonas como Valparaíso, Ñuñoa y Santiago, donde la candidata comunista superó ampliamente los resultados esperados. En la práctica, fue una votación de trinchera, no de mayoría ciudadana.
La ex Concertación, representada por Carolina Tohá, demostró estar completamente desfondado. Ni su cargo como ministra del Interior ni su trayectoria política lograron traducirse en votos reales. Mulet, por su parte, confirmó su irrelevancia a nivel nacional. El control total del oficialismo por parte del PC ya no es una hipótesis, sino un hecho consumado.
Desde la oposición, este resultado debe interpretarse como una advertencia y una oportunidad. La izquierda sigue siendo minoría en las urnas, pero está organizada, disciplinada y dispuesta a todo para mantener el poder. Mientras tanto, la mayoría silenciosa de los chilenos —que exige orden, libertad y progreso real— sigue esperando una alternativa valiente, clara y sin complejos. El verdadero desafío ahora no es solo ganar una elección: es impedir que Chile caiga definitivamente en manos de un proyecto que no cree en la libertad.
