sábado, noviembre 8, 2025
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    Kaiser, el candidato brutalmente honesto

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    En una política saturada de frases vacías, calculadas y diseñadas para no incomodar a nadie, Johannes Kaiser ha decidido ir por el camino menos transitado: decir lo que realmente piensa. Su reciente entrevista con Tomás Mosciatti fue una muestra más de esa brutal honestidad que lo caracteriza. Al ser consultado sobre si apoyaría un golpe militar en las mismas circunstancias del año 1973, Kaiser no dudó en responder que sí. Mientras otros candidatos optaron por evadir la pregunta, decorarla o disfrazarla con tecnicismos, él respondió con firmeza. No es que Kaiser promueva golpes de Estado; es que comprende que cuando una nación es secuestrada por el caos, la violencia y la ideología totalitaria, el deber moral es restaurar el orden. Y esa claridad, en un ambiente político plagado de cobardes, lo vuelve un fenómeno atípico.

    En tiempos donde los candidatos intentan parecer modernos, suaves, “correctos”, Kaiser se ha ido desmarcando no solo de sus adversarios de izquierda, sino también de sus contendores de derecha. No le interesa adaptarse a las modas progresistas ni disfrazar sus convicciones para ganar puntos en encuestas o aplausos en redes sociales. Su discurso rompe con esa lógica del marketing político: él no quiere agradar, quiere representar con fuerza a quienes sienten que Chile se les fue de las manos, que la delincuencia, el desgobierno y la decadencia no se combaten con slogans inclusivos, sino con coraje, principios y autoridad.

    El problema no es que Kaiser haya sido honesto; el problema es que esa honestidad dejó en evidencia a una clase política que vive aterrada del qué dirán. La izquierda ha reaccionado con la indignación habitual, pero esta vez con un nivel de hipocresía difícil de tolerar. La senadora Fabiola Campillay –la misma que justificó la violencia del 18 de octubre, que defendió las barricadas, que avaló el intento de desestabilizar al país con fuego y saqueo– hoy aparece como la gran defensora de la democracia, acusando a Kaiser de incitar un golpe de Estado y promoviendo una ofensiva para silenciarlo por “discurso de odio”. ¿Qué autoridad moral tiene quien quiso quemar Chile para censurar al único que está dispuesto a decir que el país necesita orden?

    Kaiser no es violento. Kaiser no es extremista. Lo que es, es incómodo. Porque dice en voz alta lo que muchos piensan y callan. Porque no le teme a los costos políticos. Porque sabe que si seguimos en esta pendiente de populismo, delincuencia y relativismo, no quedará nada que salvar. Su figura crece no por ser popular, sino por ser clara. Y en un país cansado de políticos tibios, esa claridad se siente como una bocanada de aire fresco.

    Esta elección no se trata solo de elegir a un presidente. Se trata de elegir entre quienes se adaptan al sistema o quienes están dispuestos a enfrentarlo. Entre los que maquillan su discurso para ganar votos y los que prefieren perderlo todo antes que traicionar sus principios. Johannes Kaiser no será el candidato del establishment, pero sí es el único que ha demostrado tener el carácter necesario para liderar un país que necesita verdad, orden y coraje. En un Chile desorientado, Kaiser no ofrece espejismos, ofrece realidad. Y esa, aunque duela, es la única base para reconstruir una nación.

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